Acabo de recibir un email de Washington Cucurto en el que me pide que cuente mi relación con Eloísa
Tengo un recuerdo en la cocina a media luz de Timo en el barrio de Neukölln, a comienzos del 2000, al norte de Berlin. Donde Washington con una sonrisa amplia y simpática me pasa unos libros de cartón, afuera caía la nieve sin parar. Yo acaricie las tapas gruesas y duras, pintadas con acuarelas de muchos colores, un objeto poético, pensé, materialmente noble.
Esos libros habían salido de un proyecto cooperativo que se dedica a editar libros de manera artesanal, con el cartón comprado a los cartoneros en la vía pública, indudablemente venian de una vocación de servicio y de una de las crisis mas atroces de la otra orilla del mundo.
Esa noche descubrí escritores que iban a cambiar mi vida para siempre, autores como Reinaldo Arenas, Ricardo Zelarrayán, Enrique Lihn, Nestor Perlongher, Fabián Casas y el mismo Cucurto entre otros. Todos autores laterales absolutamente maravillosos que iban a irradiar luz en el frío invierno de estas praderas nórdicas. Esto nunca lo voy a olvidar.
Con el tiempo nos volvíamos a encontrar en distintos lugares del mundo y Cucu, para mi dicha, siempre me pasaba los libros que iba publicando. Tampoco voy a olvidar aquel encuentro en la pizzería con televisor del barrio 11, mientras yo esperaba matando el tiempo con un partido de Huracán, preguntándome a quien había publicado esta vez, de repente aparece él con una sonrisa implacable y sin decir ni una sola palabra, me pasa libros de cartón de Andrés Caicedo, a mi me dio en la cabeza un travelling en slow motion, como si Thor me hubiese dado el martillazo de la alegría... También me dio unas ganas inmensas de leer.
Ahora tengo muchos libros de Eloísa Cartonera y me parecen de una belleza única, porque cambian mi relación con la literatura y el mundo.